Todos los caminos conducen a Roma


   Dicen que septiembre siempre es un mes de muchos cambios. En México pasa algo muy extraño en este mes: las placas tectónicas tienden a reacomodarse, y cada año, como si fuera un mandato, comienzan los sismos. Pero este "sismo" no se refiere al planeta, sino a mis adentros, ya que soy un signo nacido en el elemento tierra, desde el punto de vista astrológico.

   El 14 de septiembre del 2023, llena de incertidumbre, sin ninguna reservación, con los ojos llenos de lágrimas, de angustia y de miedo, llegue a un país lejano con idioma, creencias y cosmogonías muy diferentes a las que siempre conocí.

Me sentía como una niña a la que le arrebatan su paleta preferida (ya que este viaje había sido planeado con mi pareja seis meses atrás). Su profesión como enfermero y su pasión por viajar fue lo que me enamoró de él. Por alguna razón fuera de mi control, él decidió viajar por su lado. Quedé totalmente devastada porque era mi sueño de toda la vida y tenía dos opciones: quedarme llorando por los rincones o enfrentar la situación de manera activa, así que decidí seguir con los planes de mi viaje; no obstante, el quitarse la venda de los ojos invariablemente resulta doloroso y uno siempre termina por conocer a la persona, cuando se despide por última vez. Ahí se cerró un ciclo.

    Pero bien dicen que si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes. Jorge Guízar, mi amigo de toda la vida, siempre me decía eso. Quizás el plan del cosmos siempre es mejor de lo que imaginamos y merecemos, sin embargo, nuestro ego no permite visualizarlo. Uno siempre sabe cuándo una etapa ha terminado, pero a veces nos aferramos tanto a personas, situaciones y lugares por miedo a lo desconocido; porque salir de la zona de confort requiere valor, y la tarea de conocerse a uno mismo no es fácil. Enfrentarse al mundo sola, implica declararte como parte de un plan maestro en el universo.

   Eran las 16:15 horas. Mi mano temblaba junto con el cigarrillo que consumía en el área designada para fumar en el aeropuerto Roma Fiumicino. Una de mis últimas lágrimas se había secado liberando el dolor del pasado por el fin de esa relación. De repente, vi a un chico alto de ojos azules que emanaba especial energía. Le ofrecí un encendedor y para mi sorpresa, él me respondió en español que ya tenía fuego. Miré como temblaban sus manos, sentía su nerviosismo similar al mío al estar en un mundo extranjero. Empezamos a conversar, me dijo que se dirigía a Roma, y que un taxi vendría por él; le propuse ir juntos y compartir los gastos de éste. Así fue como llegué a Roma con una persona extraña de nombre Sebastián, un argentino con una energía magnifica, que me ayudó en esa ciudad lejana, llena de historia, arte y esplendor. Llegamos a su lugar de hospedaje donde conocimos a Luis, un chico de Nicaragua y con suerte, encontré un lugar para mí, me apresuré a dejar mis cosas y salimos a recorrer la ciudad, llegando finalmente a la Fuente de Trevi.

  En todo momento me sentí reconfortada porque mi amiga Alejandra siempre estuvo al tanto de mi viaje; ella vive aproximadamente a cuatro horas de Roma y se tranquilizó al saber que estaba acompañada por alguien que hablaba español. Le dije que sólo me quedaría esa noche en Roma, pero así como Roma no se construyó en un día, es imposible recorrerla en tan poco tiempo. Roma es una ciudad antigua, pero cosmopolita, indiscutiblemente. 

  La energía que experimente al entrar al Coliseo Romano aún la siento en el pecho. Estar ahí contemplando cómo pensaban los romanos en la época de los gladiadores y escuchando en mi imaginario los gritos de la “polis” romana, es una experiencia escalofriante, máximo esplendor de la República y época de emperadores.

Por otro lado, conocer la Basílica de San Pedro es lo más impresionante que he visto hasta hoy desde el punto de vista arquitectónico. Es imponente en todos los sentidos, lleno de arte y una arquitectura que mis ojos nunca habían presenciado. Cada centímetro está cubierto de arte y belleza, y su forma de llave que desde la vista aérea, representa los secretos bien guardados de la Iglesia, es sorprendente. Su nombre de Petrus=Quefá=Roca, denota: San Pedro, el primer obispo de Antioquía.

  En lugar de un día me quedé cuatro días en Roma. Transitaba a veces en solitario y otras veces acompañada por Sebastián, Luis y Romina. Ésta última fue encantadora en todo momento, a pesar de lo agotada que estaba de su viaje, me acompañó a disfrutar de una deliciosa pizza mientras contemplábamos la Fuente de Trevi, y me contó sobre su travesía por Europa. Ella es una chica peruana, es muy alegre y creo firmemente que la capacidad de escuchar es relativamente proporcional al tamaño de tu corazón, y creo que Romina tiene un enorme corazón, su paciencia conmigo fue excelsa.

 Las calles romanas estaban llenas de luz por las noches. Caminar por el Trastévere (al otro lado del Tíber), junto con Sebastián fue realmente gratificante. Hablar con un completo desconocido y poder decirle cosas que quizás no compartirías con alguien cercano, es muy liberador. Las conversaciones sobre nuestra infancia, nuestros éxitos y fracasos, desnudar el alma y sentirte libre en otro rincón del mundo, fue realmente sanador. 

   Roma no me quería dejar ir, así que con gusto, le destiné un día más solamente para conocer el corazón del Vaticano: La Capilla Sixtina. La visita fue algo agotadora, pero vale la pena mirar el arte de Michelangelo Buonarroti, es soberbio (tutto bene).

  Hay algunos que dicen que todos los caminos conducen a Roma. Y es verdad cuando Elizabeth Gilbert dice que las ruinas son el camino a la transformación.

Roma non è stata costruita in un giorno



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